sábado, 30 de abril de 2016

CESAR VALLEJO

LOS HERALDOS NEGROS
Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma. ¡Yo no sé!
Son pocos; pero son. Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Estos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
Y el hombre. Pobre. ¡Pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la vida, tan fuertes. ¡Yo no sé!
Más que un poema de desolación, es un poema sobre la incertidumbre que padece el ser humano cuando le busca un sentido a su existencia. El título es una evocación de los mensajeros de la muerte, los cuales, obviamente, solo pueden anunciar el dolor. El motivo principal del poema gira en torno al dolor humano incompresible e inexpresable, ese dolor que se levanta desde lo más recóndito del ser humano y se hace visible desde el primer verso del poema a través de la imagen de los «golpes»: «Hay golpes en la vida tan fuertes. ¡Yo no sé!.»
De seguido, este dolor tan significativo se equipara, a través de una serie de imágenes sugestivas, con la furia divina, con bárbaros devastadores, con los heraldos negros. Sin lugar a dudas, el sentimiento predominante en el poema es el dolor, que se asemeja a una caída, por eso la imagen de un pozo donde se acumulan el sufrimiento y la culpa. Pero ¿de dónde sale ese dolor? De Dios o del destino, no importa la respuesta, pues el ser humano no puede comprender su origen. De ahí que en la cuarta estrofa se presente la imagen de los «ojos locos» que se vuelven para mirar lo irremediable e incomprensible. El alma es el pozo donde queda el dolor y la mirada es el lugar donde ese dolor se ha vuelto culpa.
Vallejo, en este poema, busca la razón de ser del dolor que, a cada instante, ahoga la existencia del ser humano. Y llega a la conclusión de que no hay una respuesta al dilema existencial. El poema revela este círculo vicioso desde su estructura misma. En concreto, podrían resumirse las ideas fundamentales de este poema por medio de tres puntos:
  • La existencia del ser humano conlleva el hecho de tener que sufrir acontecimientos dolorosos que, aunque son pocos, dejan una huella indeleble en todas las personas, incluso en aquellas cuyo ánimo es más fuerte para soportar las adversidades.
  • Estas adversidades que debemos soportar los seres humanos se relacionan con el odio de Dios, la destrucción sin medida, el augurio de la muerte y la decepción de las creencias religiosas y la consecuente pérdida de la fe.
  • Ante esto, el ser humano no encuentra ningún consuelo, pues lo vivido no sirve ni de excusa ni de paliativo para lograr afrontar la adversidad.
En conclusión, «Los heraldos negros» es un poema en que el dilema humano se presenta en toda su magnitud y en que el sentido de la existencia del ser humano es cuestionado brutalmente por el asomo de la duda, la desesperanza y el sinsentido.

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